Hay una canción que a Moryom le encanta cantar en la escuela dominical. La letra significa mucho para ella:
«Quédate a mi lado, querido Jesús. No puedo vivir sin Ti».
Esta sencilla letra es una verdad para todo cristiano, por supuesto. Pero para Moryom, una niña de 9 años de Bangladés, esta es un recordatorio de la esperanza que hay más allá del dolor de su vida como cristiana.
La han golpeado, se han burlado de ella, la han rechazado y la han acosado. Todo porque ella y su familia han decidido seguir a Jesús. «Los vecinos no nos quieren porque somos cristianos», explica. Esta es una realidad muy triste para alguien tan joven.
Sin embargo, Moryom no parece apenada. Al conocerla, queda claro que Dios actúa en ella y en su familia. Su historia es dura, pero las huellas del Espíritu Santo están por todas partes.
«Me siento muy triste cuando me echan, así que oro a Jesús y sigo caminando sola»
Moryom vive con sus padres y su hermano mayor en una pequeña aldea del noroeste de Bangladés. «En nuestra aldea hay muchos árboles, ríos, animales y pájaros. Me gusta mucho mi pueblo», dice la pequeña.
Su familia tiene una pequeña parcela de tierra rodeada por un arrozal a un lado y un arroyo al otro. Si no fuera por las copas de los árboles de mango y yaca, su casa y el edificio adyacente de la iglesia (ambos construidos con finas planchas de metal) serían casi inhabitables debido al calor abrasador. Pero desde que tiene memoria, este ha sido su hogar.
Sus padres ponen muy en práctica su fe cristiana. Su madre enseña en la escuela dominical y dirige una clase de alfabetización para adultos. Su padre es el pastor de la iglesia y habla sobre Dios con la gente de su aldea y su región, de mayoría musulmana. Ambos son conversos del islam, lo que a menudo significa una brutal persecución en esta parte de Bangladés (puesto 26 en la Lista Mundial de la Persecución 2024).
Moryom ya ha vivido esta realidad. Desde muy pequeña, ha sufrido mucho rechazo y acoso por la decisión de sus padres de servir a Dios. Aun así, se niega a dejar que la hostilidad la aleje de Jesús ni le impida hablar sobre Él con los demás.
Ella quiere ser maestra como su madre, por eso le encanta estudiar. «Quiero ser profesora, y a mis padres también les gustaría que lo fuera», dice esta cristiana de 9 años. «Cuando sea maestra, les hablaré a todos los niños de Jesús. Ese es mi sueño». A pesar de este deseo y de su amor por el aprendizaje, la escuela no es un lugar seguro para Moryom.
Cada mañana, al salir para el centro, nunca sabe si la insultarán o la maltratarán y si la persecución vendrá de otros niños o de los adultos.
«Camino 2 kilómetros hasta la escuela porque nadie quiere llevarme», explica. «Si quiero montar en algún transporte colectivo, la gente no me deja; se burlan de mí diciendo 'cristiana' y dicen que no deberían llevarme. Me siento muy triste cuando me echan, así que oro a Jesús y sigo caminando sola».
El maltrato verbal no procede sólo de la comunidad, sino también de sus compañeros. «Cuando voy a la escuela, veo a algunos de mis compañeros por el camino. Se burlan de mí y me llaman 'cristiana'. A veces me tiran ladrillos y me empujan, pero sigo yendo al cole».
«No les respondo, pero oro por ellos y se lo cuento todo a Jesús»
«A veces me pegan con palos y me llaman 'cristiana' como insulto. Aunque quiera, no puedo sentarme con mis compañeros. No me dejan sentarme con ellos. No me dejan jugar con ellos. Me dicen: '¡Eres cristiana! Sólo jugaremos contigo si vuelves al islam. Entonces nos sentaremos contigo y te trataremos bien'».
Sus profesores son los únicos que pueden ayudarla, pero también ellos hacen la vista gorda cuando los niños la acosan. «Un día, estaba jugando con una de mis amigas musulmanas en la azotea de mi colegio», recuerda Moryom.
«De repente, me empujó desde el tejado [de un edificio de una planta]. Tenía arañazos por todo el cuerpo, ¡y estaba herida! Cuando me quejé a mis profesores, no hicieron nada. Sólo un profesor me hizo caso. Ya no quería ir a la escuela porque mis profesores no escuchaban mis problemas. Me enfadé mucho, pero aun así le pedí perdón a Jesús».
Cabría esperar que Moryom odiara a sus compañeros y profesores. Pero Dios actúa a través de su joven fe, y su poder actúa en ella.
«No les respondo, pero oro por ellos y se lo cuento todo a Jesús», dice. «Además, oro mucho por ellos. A pesar de todo, les perdono».
«Como Jesús murió en la cruz por mis pecados, yo perdono a mis amigos por sus malas acciones»
No sólo la escuela es difícil para Moryom. Un día, mientras sus padres estaban fuera, unas mujeres musulmanas del pueblo intentaron convertirla al islam. «Estaba andando sola por la carretera y me encontré con unas líderes musulmanas locales», recuerda la pequeña.
«Me gusta que estemos todos juntos. Celebramos la Navidad porque es la fiesta de Jesús»
«Me pidieron que me acercara y fui. Entonces me ofrecieron unos bombones y me pidieron que repitiera un versículo del Corán. Me hicieron repetirlo, 'No hay más Dios que Alá, y Mahoma es el mensajero de Alá' (Nota: esta declaración se conoce como la Shahada, un credo islámico que recitan los conversos al islam). Luego volví a casa y mis padres me preguntaron de dónde había sacado los bombones. Les dije que me los habían dado unos líderes religiosos. Mis padres se enfadaron mucho».
Incluso cuando Moryom ha estado tan oprimida, lo que ha aprendido sobre Jesús a través de su escuela dominical la mantiene anclada en su fe. No es inmune al dolor, pero entiende, a su manera, que ese es el coste de ser seguidora de Jesús. Gracias a su fe, Moryom decide perdonar a los demás.
«Como somos cristianos, aceptamos a Jesús en nuestras vidas, por eso nos tratan así», dice Moryom. «Como Jesús murió en la cruz por mis pecados, yo perdono a mis amigos por sus malas acciones. A los que me maltratan, me insultan, me odian o no me quieren, los perdono a todos. Me siento muy triste. A veces lloro, pero como soy cristiana, les perdono».
La persecución forma parte de la vida de Moryom, pero también está orgullosa del ministerio de sus padres. El único lugar seguro que tienen ella y su familia es su iglesia. Aquí, Moryom no está sola, no la acosan y puede adorar a Jesús abiertamente.
La escuela dominical es el lugar donde ella, como muchos otros hijos de creyentes, se siente aceptada y cuidada. «Mi madre dirige la escuela dominical para 13 o 14 niños. Me gusta mucho la escuela dominical. Allí cantamos canciones, bailamos y oramos juntos. También leemos la Biblia para niños».
La Biblia infantil que Moryom y sus amigos leen y de la que aprenden es proporcionada gracias a tu apoyo a través de los colaboradores de Puertas Abiertas. A Moryom le encanta leer las Escrituras.
Los coloridos dibujos y el lenguaje fácil de leer hacen que aprender sobre Dios sea aún más divertido. Incluso ha memorizado pasajes enteros de los Salmos y muchos otros versículos de la Biblia.
Los colaboradores de Puertas Abiertas también apoyan una reunión navideña anual para los cristianos de Bangladés y sus hijos. Moryom sólo puede mirar desde la distancia mientras la mayoría de los niños de su comunidad celebran el Eid y otras fiestas musulmanas, por lo que la Navidad es su época favorita del año. Porque es cuando ella por fin puede celebrar una fiesta cristiana. Es cuando los cristianos que viven bastante lejos unos de otros se reúnen para pasar tiempo juntos.
«El día de Navidad, todos los miembros de nuestra iglesia se reúnen para una celebración conjunta. Nos divertimos mucho. Cantamos, bailamos, oramos y leemos la Biblia. También nos ponemos vestidos nuevos. Hay mucha gente el día de Navidad. Me gusta que estemos todos juntos. Celebramos la Navidad porque es la fiesta de Jesús. Es muy divertido celebrar el nacimiento de Jesús cortando y comiendo una tarta».
Este tipo de comunidad es muy impactante para Moryom y otros niños como ella. Es un respiro de la presión diaria a la que se enfrentan por seguir a Jesús. Y es un momento en el que puede sentir el amor de Dios y de otros cristianos. Además, en la escuela dominical puede cantar su canción favorita y recordar la esperanza de Jesús, pase lo que pase.
Quédate a mi lado, querido Jesús.
No puedo vivir sin Ti.
¡Aleluya!
Con tu vida nos salvaste.
Me compraste con el precio de tu sangre.
Con tu vida nos salvaste.
Me compraste con el precio de Tu sangre.
Quédate a mi lado,
querido Jesús. No puedo
vivir sin Ti.
Tomaste todos nuestros pecados sobre Tus hombros.
Sacrificaste Tu vida en la cruz por nuestra redención.
Cargaste sobre Tus hombros todos nuestros pecados.
Sacrificaste tu vida en la cruz por nuestra redención.
Quédate a mi lado,
querido Jesús. No puedo
vivir sin ti. ¡Aleluya!