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Historias 05 septiembre 2025

Levantándose desde las cenizas

Jemal y su familia lo perdieron todo por seguir a Jesús en Etiopía, pero tú puedes ayudarle a levantarse e impulsar la regeneración de sus vidas y sus negocios

 

 
Jemal y otros cientos lo perdieron todo cuando los atacantes incendiaron sus hogares y sus negocios en Etiopía. Se unieron así a los millones de cristianos desplazados en el África subsaharina. Sus negocios fueron incendiados, su familia huyó y a su hija embarazada se le negó atención médica por ser cristiana. Más de 200 casas fueron destruidas. Por favor, no ignores su sufrimiento. Sé parte de la campaña Levántate África para detener la violencia e impulsar la regeneración. Con la ayuda de los colaboradores de Puertas Abiertas, Jemal recibió atención postraumática y apoyo para reiniciar su negocio. Su fe sigue siendo fuerte: «El cristianismo conlleva sacrificio. Pero Dios es bueno».
 

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Al entrar en cualquier ciudad de Etiopía encontrarás un hervidero de actividad.

Las calles están atestadas de gente, los burros tiran de pesados carromatos junto a las motocicletas y los bajajs (el nombre etíope del tuk-tuk, una pequeña moto de tres ruedas que hace las veces de taxi y de transporte privado), que zigzaguean entre los autobuses y los coches. 

La gente se agolpa alrededor de mesas bajas en las aceras sorbiendo café, los obreros trabajan sin descanso, y los vendedores ambulantes regatean con los clientes.  

Para un observador casual, esto puede parecer normal. De hecho, la actividad económica podría sugerir que la situación del país ha mejorado a lo largo de los últimos cinco años. Pero si te fijas detenidamente, verás las fisuras que existen en muchas partes de Etiopía (país número 33 en la Lista Mundial de la Persecución 2025).  

Podrás observar cómo cada vez más mujeres y niñas visten con el atuendo islámico completo, así como las mezquitas de reciente construcción, ricamente ornamentadas, que se alzan imponentes sobre los vecindarios.   

Podrás escuchar las llamadas a la oración provenientes tanto de las mezquitas como de la Iglesia Ortodoxa local de Etiopía.  

«Destruyeron todo lo que tenía y que había construido a lo largo de los años… En un solo día, redujeron todo a cenizas»

En pueblos como estos, el bullicio de la actividad puede llegar a disimular la tensión que todos sienten. Y, en ocasiones, esta tensión de fondo estalla, transformando una realidad oculta en un espectáculo de violencia.   

Hay un pueblo en particular del centro de Etiopía (cuyo nombre no podemos desvelar por razones de seguridad) que es un perfecto ejemplo de esta situación. En septiembre de 2023, una turba de extremistas musulmanes comenzó a atacar las casas y los negocios de los cristianos allí. El objetivo era eliminar la presencia de los cristianos en la localidad, y dejar claro que los seguidores de Jesús no eran bienvenidos en esa zona.

«Teníamos una buena vida»

Dos de los negocios afectados eran regentados por Jemal*, un cristiano y exitoso empresario etíope.  

«Teníamos una buena vida», recuerda Jemal. «Toda mi familia y yo acudíamos a la iglesia para alabar a Dios los domingos y los miércoles».   

Jemal y su esposa Fatima* eran musulmanes, pero se convirtieron al cristianismo cuando aún eran unos padres jóvenes y desde entonces han seguido fielmente a Cristo. En Etiopía, se da de lado y se excluye a los que abandonan el islam, ya que su conversión no suele ser bien vista por sus familias y vecinos; pero Jemal tenía una fuerte comunidad de fe. Con el tiempo, pudo recuperar la relación con su familia y con la amplia comunidad musulmana. Tenía negocios de carpintería y de la industria del acero, y se le daba muy bien. La vida era estable y segura.  

Pero entonces, algunos clérigos musulmanes que estaban de visita comenzaron a extender un mensaje radical en las mezquitas locales.  

«[Los clérigos] empezaron a aislarnos», denuncia Jemal. «Le dijeron a la comunidad que dejaran de hablarnos. Durante seis meses estuvieron operando en secreto. Asustaban a la gente diciéndoles que ‘cualquiera que hable o se siente con ellos no podrá tener un entierro digno’». En el islam, este es un hecho significativo, ya que muchos líderes islámicos prohíben los entierros en cementerios no musulmanes.  

Además, comenzaron a crear división entre la comunidad de empresarios de la ciudad. «Los cristianos fueron obligados incluso a abandonar la tradicional asociación de ayuda mutua», señala Jemal. «Si teníamos algún tipo de autoridad, nos la quitaban y nos obligaban a abandonar nuestros puestos. Así es como les enseñaban a actuar en las mezquitas».  

A todos los negocios cristianos se les dio la espalda. «Incluso llegaron a decir que los bajaj y motocicletas que fueran propiedad de los cristianos no podían circular junto a los suyos. Separaron a los cristianos de los musulmanes. Los cristianos debían usar los transportes cristianos, y los musulmanes utilizaban los transportes musulmanes».   

Este es un patrón bastante común en muchas partes del África subsahariana. Los extremistas musulmanes utilizan la exclusión económica para presionar a los cristianos; en especial a los hombres, ya que normalmente son los principales sustentadores de sus familias, para que renuncien a su fe o para que abandonen la zona.  Esto es lo que Jemal comenzó a experimentar conforme la influencia de los clérigos aumentaba. «’No les compren nada, pero dejen que ellos nos compren a nosotros. Si les compran, serán más ricos’, era lo que les decían a los musulmanes en mi ciudad». 

Este tipo de trato no fue algo totalmente inesperado; después de todo, las tensiones religiosas ya existían antes de la llegada de los clérigos. Además, los negocios de Jemal eran los suficientemente estables como para sobrevivir al temporal.  

Pero nadie esperaba lo que estaba a punto de suceder.

«Redujeron todo a cenizas» 

La tensión fue en aumento en la localidad desde que un grupo de estudiantes musulmanes afirmó estar experimentando dificultades en la escuela y culparon a los profesores cristianos de ello. La situación se complicó y las mezquitas empezaron a emplear megáfonos para predicar el Corán. Al final, el Gobierno intervino y eso fue lo que encendió la chispa que dio lugar al incendio que estaba a punto de arrasar a la comunidad.   

«Los ataques comenzaron el lunes por la noche», recuerda Jemal. «Cuando llegó el martes, ya habían intentado matarme». Al principio, no sabía qué hacer. «Mi hermana, que también es cristiana, me suplicó que dejara atrás todas mis pertenencias…Yo quería quedarme y proteger mi hogar y mi negocio», se lamenta Jemal. «Pero tuvimos que irnos y refugiarnos en casa de otro musulmán. Porque ningún hogar cristiano era seguro».  

«El martes por la mañana empezaron a quemarlo todo. Multitud de personas iban de una casa a otra, señalando los hogares y los negocios de los cristianos, destruyendo todo lo que encontraban y prendiéndole fuego. Destruyeron todo lo que tenía y que había construido a lo largo de los años… En un solo día, redujeron todo a cenizas». 

Los atacantes querían asegurarse de que los hombres cristianos cayeran en desgracia y de que la devastación económica los dejara tan débiles que no pudieran cuidar de sus familias.  

«[Las turbas] creían que después de destruir nuestras propiedades, los cristianos nos convertiríamos al islam», explica Jemal. «Creían que ‘cuando no tuvieran nada qué comer o beber, regresarían al islam’. No querían que los cristianos nos quedásemos allí. Su objetivo era eliminar el cristianismo». Aquel día, al menos 215 casas de cristianos fueron arrasadas… y 375 familias (incluyendo la de Jemal) tuvieron que huir. 

Heridas de todo tipo  

Para Jemal, esto solo fue el principio de un tiempo extremadamente doloroso como padre, esposo y como hombre. Él es una persona de naturaleza alegre. Siempre tiene una sonrisa dibujada en la cara como podrás ver en las fotos y ríe con facilidad. Pero cuando habla acerca del desplazamiento de su familia, su semblante se torna sombrío, y tiene que luchar para contener sus emociones.  

La principal complicación surgió cuando una de sus hijas que estaba embarazada, se puso de parto en medio de aquella violenta situación. «La llevamos al hospital, pero la situación allí también era inestable», relata Jemal.  

«Los médicos se negaron a atenderla porque era cristiana. Finalmente, uno de los médicos se compadeció de mi hija y le prestó su propio velo [musulmán] [para hacerla pasar como musulmana]. Después dio a luz a su hijo. Fue una experiencia horrible. Estaba muy estresado pensando que podría llegar a perderla».  

No fue el único miembro de la familia por el que Jemal tuvo que preocuparse. «Empecé a preocuparme por el resto de mi familia; me preguntaba: ¿Cómo voy a encontrar y a reunir a mis hijos pequeños?. Fue un momento muy duro y de gran preocupación para mí. Estaba sobrepasado y paralizado».

Jemal y cientos de cristianos huyeron a una ciudad cercana donde las igesias locales los acogieron. «Algunos de nosotros llegamos a pie», afirma. «Algunos suplicamos a los coches que encontrábamos en la carretera. Otros pagaron para que un bajaj los trajeran aquí».     

Ora con Jemal
  • Ora para que Dios obre un cambio profundo en el lugar de Etiopía donde vive Jemal, transforme su entorno y lo convierta en un espacio donde la presencia de Cristo sea visible y donde muchos puedan experimentar Su gracia. 
  • Pide a Dios que fortalezca a Jemal y a todos los cristianos con sustento económico, para que no se rindan bajo el peso de la pobreza. Pide también por estabilidad y resiliencia, y para que sus pensamientos estén siempre firmes en la esperanza que viene de Él. 
  • Ora para que Jemal y los creyentes de su comunidad reciban poder y valentía del Espíritu Santo, para que tengan audacia al proclamar el Evangelio, sean escuchados en distintos lugares e influyan con amor y verdad en la vida de quienes les rodean. 

Las emociones a flor de piel de Jemal aún son evidentes, incluso tiempo después del ataque. «Nos sentimos profundamente heridos», confiesa. «Piénsalo: tus hijos separados y lejos de ti. Estaba devastado. Los sentimientos de aquel momento aún permanecen en mí. Me afectó profundamente».  

Jemal estaba preocupado por su familia y por su futuro. Su papel como proveedor y protector le fue violentamente arrancado. Las preguntas se amontonaban en su cabeza: «¿De qué trabajaré en el futuro? ¿Dónde viviremos? Hemos perdido nuestro hogar. Nuestras propiedades han sido arrasadas por nuestra propia comunidad. ¿Dónde vamos a vivir? ¿En qué vamos a trabajar ahora?».  

Profundamente afectado

En el ataque, Jemal perdió todo lo que había construido a lo largo de los años. Calcula que perdió unos 4 millones de Birr (casi 30 000 €). No solo arrasaron los edificios, sino que también destruyeron las maquinarias, materias primas y encargos que estaban listos para entregar.  

El ataque dejó a Jemal y a otros cristianos de la ciudad luchando por mantener la esperanza. «Nos sumió en estado de confusión y de gran preocupación», afirma. «Algunos de nosotros perdimos incluso la cabeza. Muchos quedaron físicamente paralizados como consecuencia del trauma y del estrés. Algunos también murieron a causa de la situación».  

«Cuando pierdes tus posesiones que has estado construyendo durante 40 o 50 años en un solo día, te sientes muy mal. Nos ha afectado psicológicamente».  

Durante dos meses, Jemal, su familia y otras 30 familias estuvieron viviendo en el recinto de la iglesia que los había acogido. Aunque estaban a salvo, la traumática experiencia que los llevó allí le causaba mucha ansiedad.  «¿Qué habría pasado si nadie se hubiera preocupado por nosotros? ¿Qué habríamos hecho? ¿Qué habríamos podido hacer si ese lugar hubiera estado lleno también de gente que odia a los cristianos?». 

El violento rechazo de su propia comunidad también afectó a Jemal profundamente. «Nos obligaron a irnos no porque no fuéramos etíopes», explica. «Hemos nacido y crecido en el mismo lugar. Toda nuestra familia vive allí. Cuando tienes que enfrentarte a cosas como esta en tu propio pueblo es profundamente doloroso. Nos hace sentir con el corazón verdaderamente roto».  

La desesperación por la situación se hizo más evidente durante el tiempo que la familia estuvo viviendo en el recinto de la Iglesia. «Mientras vivíamos allí, estábamos necesitados de muchas cosas», afirma. «No teníamos una casa permanente. No teníamos un alojamiento digno. Incluso alquilar un lugar era inviable debido a los altos precios».  

Jemal denuncia que lo que los atacantes pretendían había sido planeado y calculado. «La situación hace que los cristianos se sientan inferiores y que sus mentes se vean afectadas», declara. «La pérdida de nuestras propiedades nos hace temer [preguntándonos] cómo vamos a alimentar a nuestros hijos. Incluso sabiendo que quien nos alimenta y nos provee es Dios, estábamos muy asustados y ansiosos».

Probados, tentados … y gozosos 

En el libro de Job, aquellos que estaban ciegos a la Verdad pretendían que los hijos de Dios se cuestionaran Su bondad. Los tres amigos de Job pasan la mayor parte del libro acusándolo de varios pecados, y cuestionando su valor como hombre de Dios. Situaciones como la de Jemal son semejantes en cuanto a que el perseguidor depende del sufrimiento espiritual que él mismo provoca para conseguir que los creyentes se alejen de Dios. Jemal afirma que su fe fue probada y que, como Job, fue tentado a abandonar. «Durante un tiempo perdí las ganas de caminar con Dios», confiesa. «Fue tras la destrucción de mis propiedades, la hospitalización de mi hija y la dispersión de mis hijos».   

«Fue algo que me hirió profundamente. Éramos una familia, compartíamos mesa y vivíamos juntos. Me sentía lleno de tristeza. Quería vengarme de ellos».  

Pero afortunadamente, el Espíritu Santo obró en el corazón de Jemal para liberarlo de estos sentimientos. «Después clamé y me arrepentí», nos confiesa. «Porque somos cristianos, no debemos arrebatar la vida de nadie. Eso no es lo que nos enseña a Biblia, y la Biblia es nuestra guía. Aún sigo intentando no desobedecer la palabra de Dios ni tratar a nuestros agresores con odio».  

Una oración por Jemal
Señor Todopoderoso, vengo ante Ti para presentarte la vida de Jemal y la de todos los cristianos de su entorno en Etiopía. Te ruego que seas Tú quien obre un cambio verdadero en el lugar donde viven, que lo transformes en un espacio donde Tu presencia sea evidente y donde muchos puedan conocerte. Te pido también que les fortalezcas en lo económico, que apartes de ellos el peso de la pobreza que tanto desalienta y que les des resiliencia para mantenerse firmes en la fe, con una mente y un corazón llenos de esperanza en Ti. Derrama sobre Jemal y sobre sus hermanos en la fe el poder y la valentía del Espíritu Santo, para que hablen con audacia en cada lugar al que vayan, influyan en su comunidad con amor y verdad, y sean escuchados como testigos fieles de Tu Evangelio. En el nombre de Jesús, detén la violencia e impulsa la regeneración de África subsahariana. Amén.

«A través de todo esto mi fe ha sido fortalecida. No fui debilitado. Ahora puedo decir, ‘Oh, Dios eres tan amoroso’. Dedico más tiempo al Señor. Mi amor por Dios ha crecido de forma considerable. He descubierto la verdad de las enseñanzas de la Biblia».  

Aunque el ataque pretendía herir al pueblo de Dios, la violencia tuvo el efecto contrario al hacer que las historias de la Biblia cobraran vida para Jemal. «Eso fue lo que me ocurrió», asegura. «Pude verlo en primera persona. Los apóstoles fueron perseguidos. Fueron asesinados. A otros les cortaron manos. Les amputaron las piernas. Sus propiedades fueron arrasadas».  

Por la gracia de Dios, en la fluctuante economía de Su Reino, lo que los atacantes han conseguido es crear un creyente resiliente. «He aprendido a vivir en circunstancias adversas», afirma Jemal. «Es impresionante cómo ahora puedo servir a Dios con mayor devoción. ¡A Él sea toda alabanza! Ahora tengo un mayor entendimiento de Su amor.

Esto es lo que significa ser cristiano. Conlleva un sacrificio importante. No es gratis. En este mundo nos odiarán, pero seremos recompensados. Ahora entiendo el significado de estas palabras. ¡Bendito sea Su nombre!». 
  

Caminando con los heridos

Cuando los colaboradores de Puertas Abiertas se enteraron de la violencia, respondieron inmediatamente con ayuda humanitaria.  

«Damos gracias a Dios porque gracias a vuestra ayuda no hemos muerto de hambre ni de sed», agradece Jemal. «Vuestro ministerio respondió de manera rápida y oportuna desde el principio de la crisis, proporcionando alimentos; no solo durante el tiempo que estuvimos desplazados, sino también para que pudiéramos tener algo cuando regresáramos».   

La ayuda a quienes han sido violentamente perseguidos a menudo requiere un apoyo integral. Los creyentes necesitan ayuda inmediata, emocional, espiritual y a largo plazo. Cuando nuestros colaboradores vieron la carga emocional y psicológica que el ataque había supuesto para Jemal, Puertas Abiertas le ofreció también atención postraumática. Y esto fue lo que le ayudó a sanar. «Me ha hecho mucho bien», declara. «Aunque ahora me siento mejor, en aquel momento me sentía profundamente herido. Había renunciado a todo, tenía pensamientos destructivos acerca de los extremistas e incluso sobre mí mismo. Me había rendido completamente».   

Puesto que Jemal es tan fuerte, nuestros colaboradores sabían que si él se quedaba en su ciudad para ser sal y luz, tendrían que ayudarle a retomar su negocio. «A decir verdad, no pudimos recuperar todo lo que perdimos. Es imposible», relata mientras se esfuerza por contener las lágrimas. «Pero Dios sí puede hacerlo. Aunque parezca poco».  

Puertas Abiertas ayudó a Jemal a adquirir la maquinaria nueva y las materias primas necesarias para volver a poner marcha sus negocios de carpintería y de acero. «No habríamos tenido forma de sobrevivir si vuestro ministerio no nos hubiera proporcionado el equipamiento necesario», afirma. «No habríamos tenido más remedio que vender el terreno».  

Nuestros colaboradores también ayudaron a otros cristianos a recuperar sus vidas y a emprender pequeños negocios. «Algunos comenzaron a hornear pan para venderlo, otros empezaron a coser ropa, y otros abrieron un restaurante», cuenta Jemal.  

Pero también hubo otra ayuda a largo plazo en forma de oración y en revisiones periódicas. «Incluso tiempo después de que [los colaboradores se fueran], nos seguían preguntando: ‘¿Dónde estáis, ¿Cómo estáis? ¿Qué estáis haciendo?’», comenta. «Para las personas que (como nosotros) están siendo perseguidas, vuestro ministerio está haciendo una labor ejemplar. Me gustaría transmitir mi más profundo agradecimiento a [vosotros]. Puertas Abiertas nos ha ayudado a mantenernos en pie. Nos ha ayudado a alimentar a nuestros hijos. Verdaderamente amo este ministerio. ¡Que Dios os bendiga a todos!». 

 «Soportamos muchas dificultades para quedarnos en nuestra ciudad»

Durante el tiempo que estuvieron desplazados, Jemal y los demás creyentes también recibieron formación para que estuvieran mejor preparados frente a la persecución, lo que les ayudo a comprender el llamado de Dios de ser sal y luz. «Asistimos a varios cursos de formación», comparte Jemal. «Pero empezamos a preguntarnos a nosotros mismos: ¿A quiénes estamos dejando nuestra tierra? Eso es lo que ellos querían. Querían que abandonásemos nuestro hogar».   

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«En aquella época, el Gobierno también nos hizo un llamado para que regresáramos. Los ancianos vinieron y nos invitaron a volver. Nos pidieron que regresáramos y nos prometieron que restaurarían todo lo que habíamos perdido».  

Así que, Jemal y su familia decidieron regresar a la comunidad que había dejado claro que no quería a los cristianos; pero lo hicieron con intención de continuar siguiendo a Jesús, pasara lo que pasara. «¿Cómo podemos darles sin más lo que nos pertenece?», recuerda. «Decidimos regresar. Inmediatamente después, volvimos a nuestra Iglesia para alabar a Dios».  

Desgraciadamente, muchas de las promesas que les hizo el Gobierno no se cumplieron.  No hubo ninguna restauración, y el peligro continúa. «Ni una sola persona, ni nuestro Gobierno nos ayudaron en nada», asegura Jemal. «Los funcionaros del Gobierno simplemente nos sacaron de donde estábamos y después nos abandonaron. Después, se encargaron de que los culpables no fueran a la cárcel y de que nadie testificara es su contra».

El maltrato también continuó después de su regreso. «Algunos experimentamos atentados directos contra nuestras vidas. Otros recibieron amenazas verbales e insultos. Soportamos muchas dificultades para quedarnos en nuestra ciudad».  

Aunque estaban decididos a quedarse, eso no quiere decir que la comunidad musulmana se lo pusiera fácil. «Al principio, cuando regresamos, algunos [musulmanes], nos dijeron abiertamente que no nos venderían comida», afirma Jemal.   

Si permitían que los cristianos pudieran adquirir artículos básicos, inflaban los precios, por lo que los creyentes tuvieron que optar por otro plan. «Decidimos que uno de nosotros iría a otra ciudad para comprar lo que necesitásemos», cuenta Jemal.  «Esa persona compraría lo mismo para todos y luego lo distribuiríamos de forma igualitaria».   

El ostracismo social que Jemal y su familia han experimentado ha sido aún más doloroso. «Nuestro mayor problema fue que nuestros vecinos no nos dirigían la palabra porque les dijeron que no lo hicieran», afirma. «Eso fue una de las peores cosas que tuvimos que experimentar. Vivir, comer y pasar tiempo juntos. Eso es lo que significa la vida social. Cuando pierdes esa vida y ves que tu comunidad cambia su actitud, es muy doloroso. Esto me desanimó profundamente e incluso perdí el gusto por la vida».  

Tristemente, incluso los niños se burlaban y ridiculizaban a Jemal. «Esperaban que les agrediera y que reaccionara de forma que me incitaran a hacer algo prohibido», relata. «¿Qué podría hacerles a unos niños? Me quedé allí y sonreí. Me habría dolido menos que me hubieran atacado físicamente…». 

Incluso ahora, no es seguro que sus hijos y sus nietos acudan a la escuela en su localidad. «[Otros estudiantes] podrían llamarles infieles o traidores de la verdad», dice Jemal. «Están traumatizados. Son demasiado jóvenes para afrontar esto y les produce mucha ansiedad. Por eso nos vimos obligados a matricularlos en una escuela fuera de nuestra zona». 

«Nuestro Dios es el Dios de la esperanza»

«Damos gracias a Dios porque gracias a vuestra ayuda no hemos muerto de hambre ni de sed»

Las dificultades pasadas y presentes hacen que a Jemal le cueste ver un futuro para él, para su familia y para la Iglesia. «Me siento sin esperanza de futuro en cuanto a llevar el Evangelio en esta zona, cuando veo lo difícil que se ha vuelto predicar en este lugar. Eso es lo que me preocupa en cuanto al futuro», asegura.  

Aunque cuando mira a Dios, su actitud cambia. «¡El Señor es mi fuente de esperanza!», declara Jemal. «Él obrará en este lugar en el futuro. Aún tengo esperanza en el Señor. Cuando veo la iglesia llena de gente, me regocijo. Cuando recuerdo a los musulmanes que han venido desde otros lugares para entregar sus vidas al Señor, siento esperanza. Sé que viviré. El Señor es fiel con los que dependen de Él».  

«Nuestro Dios es el Dios de la esperanza. Es el Dios que todo lo puede. Por eso estoy lleno de gozo», proclama. «El Señor continuará dándonos esperanza. Podremos trabajar. Podremos cambiar. Esa es mi esperanza».  

Dios le ha concedido a Jemal y a su familia Su esperanza sanadora, a través de tus generosas aportaciones, aunque siguen necesitando las oraciones y el apoyo de su Iglesia global mientras reconstruyen sus vidas y su comunidad. Continúan viviendo en peligro a diario a causa de su fe, pero siguen adelante como testigos de Cristo. 

Desafortunadamente, hay muchos cristianos en Etiopía y en el África subsahariana que necesitan atención postraumática y apoyo económico para regenerar sus vidas y sus familias. Personas que como Jemal quieren ganarse la vida de forma digna, alimentar a sus familias, trabajar honestamente y vivir vidas pacíficas que agraden a Dios. «Ojalá vuestra ayuda respalde a estas personas», nos recuerda Jemal. «Les basta un solo día para tener hambre o sed».  

Pero Jemal también nos recuerda el poder de tu apoyo: «Un cristiano puede ser la cura de otro cristiano».  

Este el motivo por el que Puertas Abiertas ha iniciado la campaña Levántate África, de varios años de duración.     

Eso es por lo que debemos apoyar de forma colectiva a los cristianos como Jemal, orar por ellos y levantar la voz en su nombre. La violencia es terrorífica y parece que nadie se da cuenta. Pero por la gracia de Dios, cada uno de nosotros tenemos un papel que jugar en esto.  

¿Estás dispuesto hoy a apoyar a Jemal y a otros cristianos en el África subsahariana? Aquí tienes tres formas en las que puedes detener la violencia e impulsar la regeneración. 

1.        Levanta tu voz   

Incluye tu nombre en la petición de Levántate África; o si ya has firmado, pide a otros que firmen también. La petición estará abierta hasta 2026; pero por favor, firma lo antes posible para que podamos generar impulso y alcanzar las firmas suficientes para presentar la petición ante la Unión Africana, la Unión Europea y la ONU. Nuestro objetivo es levantar un millón de voces de oración y unir nuestras peticiones a las de la Iglesia en el África subsahariana.  El mundo no se da cuenta, y creemos que un millón de peticiones harán que aquellos que están el poder se levanten y presten atención.  

2.        Apoya para sanar las profundas heridas   

Una aportación de 35 € puede proporcionar atención postraumática a hombres como Jemal. Y 80 € pueden ayudar a un cristiano a emprender un pequeño negocio para que pueda resistir económicamente en medio de la persecución.  

3.        Ora   

Para Jemal, saber que hay personas orando por él, es un motivo de alegría y de ánimo. «Es algo que te hace feliz», afirma. «Podemos decir, ‘Oh, yo también tengo gente que me apoya. Somos una familia en Cristo. Tenemos el mismo Padre’. Es algo que nos hace muy felices. Nos ayuda a seguir. Estamos contentos. Aunque no tenga a nadie en mi ciudad, tengo una familia en otros lugares».  

80 €
Podrían ayudar a un cristiano perseguido a comenzar un negocio que le dé seguridad económica.
DONA AHORA

Es importante destacar que Jemal y los cristianos desplazados a causa de los ataques también reciben apoyo por parte de la amplia comunidad cristiana local e incluso a través de la comunidad musulmana que no está de acuerdo con estos ataques, aunque nuestro apoyo (Puertas Abiertas) ha ayudado de forma significativa a cientos de cristianos para que puedan sobrevivir en este tiempo. 

*Nombres cambiados por motivos de seguridad.


 

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