
Para Robin* (11 años), la Navidad representa una luz resplandeciente en medio de un mundo a menudo oscuro y solitario.
Es un día para vestir ropa nueva y reunirse en la iglesia con el corazón rebosante de alegría.
Es el momento de compartir una tarta todos juntos, de vestir un gorro rojo de Navidad y de cantar villancicos con otros niños.
Para Robin, la Navidad es un día especial y muy poco frecuente en Bangladés (país 24 en la Lista Mundial de la Persecución 2025),
cuando por fin se siente como estar en familia.
Pero la Navidad sólo ocurre una vez al año. El resto de los días, todo es diferente.
En el colegio y en su aldea no es «Robin». Es «el cristiano».
Hace poco, llegó a sentarse un chico a su lado en el colegio, y otro compañero de clase le advirtió: «¿Por qué te sientas con él? No es musulmán, es cristiano».
Esas palabras resonaron y se convirtieron en una barrera aisladora alrededor de Robin. Ninguno de sus 20 compañeros quiere sentarse junto a él. Ocupa en solitario todo el banco del pupitre.
«Nadie me habla ni juega conmigo por ser cristiano, y yo no me atrevo a pedirles que me dejen jugar»
Robin ha aprendido a callar. Su conversación y sus ademanes son suaves y sumisos. Nunca se resiste. «Me duele cuando me tratan así». Su voz no muestra rencor. «Nunca les insultaría como hacen ellos. Como cristiano, sé que no debo hacer daño a nadie, ni siquiera cuando me hacen daño a mí».
El mundo alrededor de Robin está muy limitado. Tiene sólo dos amigos que se atreven a jugar con él. A menudo se tiene que resignar a ver reír y jugar a los demás, sin poder participar.
«A veces cuando camino por la calle o me paro a ver jugar a los demás, me miran, pero no me hablan ni me invitan a jugar con ellos. Yo quiero jugar con ellos, pero no me atrevo a decirles nada. Me da miedo». Por lo tanto, se queda en silencio, muy solo.
Ahora ya no se recuerda cómo era antes su vida. Todo hubiera sido diferente (y mucho más fácil) para él si su madre no hubiera tenido curiosidad por la fe. Todo por culpa de un libro que le intrigaba.
A Moly*, la madre de Robin, le encantaba leer. Un día, vio a una vecina que llevaba en la mano un libro. Moly tenía curiosidad. Le preguntó a la vecina por el libro, pero esta se mostró reacia a enseñárselo. Sabía que podría ser peligroso. Era el Kitabul Mukaddas, es decir, la Biblia. La vecina no podía predecir la reacción de Moly e intentó esconderlo. Pero Moly insistía, así que accedió a prestárselo.
Aquella noche, Moly abrió el libro y leyó Mateo 7:7-8: «Pedid, y se os dará…». Se quedó atónita de pensar que pudiera haber un Dios que escuchara sus plegarias y contestara sus peticiones. Al día siguiente, le pidió a su vecina que le llevara a la Jamaat (iglesia). Moly continuó acudiendo a la iglesia y leyendo la Biblia en secreto. A veces abría y leía pasajes al azar.
No mucho tiempo después, Moly enfermó de gravedad. Esa noche recordó el versículo que había leído la primera vez. Oró y pidió a Dios que le sanara. Cuando se despertó a la mañana siguiente estaba completamente curada. Ese mismo día, decidió seguir a Jesús. Entusiasmada, compartió su fe con su marido, Jubayer*, quien también acabó creyendo en Dios.
Pero su gozo duró poco.
Después de que fuera derrocado el Primer Ministro de Bangladés en agosto de 2024, estalló el caos en el país. Cierto sector islámico radical se envalentó y aprovechó para atacar a las minorías religiosas, como los cristianos. Los conversos del islam (como Moly, Jubayer y el pequeño Robin) que procedían de zonas rurales eran especialmente susceptibles de la persecución.
Un grupo extremista local montó una campaña contra la familia de Robin y otras familias cristianas. Imprimieron y distribuyeron panfletos en el mercado local, señalándoles por su nombre y acusándoles de ofrecer dinero para convertir a la gente del islam.
Las acusaciones produjeron una reacción inmediata. Una mañana, se reunió una turba enfurecida liderada por cinco imanes (líderes religiosos musulmanes) junto al líder político local, y se dirigieron a la pequeña iglesia en casa a la que estas familias asistían. Entre los atacantes había al menos 20 mujeres cuyo propósito era intimidar a las otras mujeres y niños cristianos.
Un residente de la aldea se percató de lo que iba a pasar y avisó a los cristianos, que huyeron justo a tiempo. Cuando llegaron los agitadores y vieron que habían huido, creció su rabia y destruyeron la iglesia en casa y quemaron todas las Biblias que había.
El ataque hizo resquebrajar la familia. Moly y Robin se refugiaron en la casa de la abuela, pero Jubayer sucumbió a las presiones de su familia y de la comunidad, y volvió a la casa de su padre y al islam.
Al poco tiempo, Jubayer comenzó a exigir a Moly y Robin que volvieran ellos también al islam, así que le dio un ultimátum cruel a su mujer:
O renunciaba a su fe cristiana y volvía con él y sus padres, o tramitaría el divorcio.
Moly permaneció firme en su fe y se negó a rechazar al Señor que le había sanado.
Jubayer cumplió su amenaza y la repudió, dejando a ella y a su hijo, Robin, destituidos.
«Echo de menos a mi padre», reconoce Robin, «pero tengo a mi madre que me cuida».
Ahora Moly es madre soltera. Vive callada y tranquila. La familia de su ex marido sigue presionando, pero ella sabe que la salvación que tiene en Cristo es más valiosa que cualquier bien que pudiera perder.
Educa a su hijo en solitario. No posee mucho, pero lo que sí tiene es su fe inquebrantable en Cristo Jesús. Y este tesoro se lo quiere transmitir a Robin. No hay escuela dominical a su alcance, así que ella misma
es la única profesora y fuente de esperanza de Robin. Estudia con él las historias bíblicas, le ayuda a memorizar los textos y le enseña lo que significa seguir a Jesús.
Le ayudó a memorizar Colosenses 2:3, y ahora lo guarda en el corazón como un tesoro, tal y como explica Robin: «La sabiduría viene de Jesús. Mi madre ora por mí cada día, para que pueda obtener esa sabiduría».
Actualmente, el hermano de Moly, jornalero, es quien sostiene a toda la familia. Su situación económica es desesperada, y Moly ha estado a punto de sacar a Robin del colegio por no poder pagar las cuotas. Su padre se niega a costear nada y no tienen otro recurso.
Pero gracias a los colaboradores locales de Puertas Abiertas y tus oraciones y apoyos, han recibido ayudas para cubrir los estudios de Robin y tener alimento suficiente para la familia.
La vida sigue siendo dura para Moly y Robin. Viven con los padres de ella en un pueblo de mayoría musulmana. Robin está muy aislado porque no tiene amigos cristianos. Este año, ambos fueron invitados a asistir a la celebración de la Semana Santa organizada por los colaboradores de Puertas Abiertas.
«Echo de menos a mi padre, pero tengo a mi madre que me cuida»
Fue una jornada inolvidable para ellos, porque pudieron bajar la guardia y relacionarse con otros creyentes. Lo mismo ocurre en Navidad, cuando Robin puede adorar libremente junto a otros creyentes y dejar de lado por un día el estrés de ser cristianos perseguidos en el Bangladés rural.
Desde las ayudas prácticas al sustento espiritual, el apoyo de Puertas Abiertas es para Moly y Robin la prueba tangible de que su familia cristiana global es consciente de ellos, les ama y no les olvidará. Es la prueba de que somos Familia Con Ellos.
*Nombres cambiados por motivos de seguridad.