Blog #Perseguidos 12 diciembre 2021

El Dios que abre las puertas de hierro

«Él hará lo que es imposible para nosotros, pero justo en el momento necesario».

 

 

«Ven corazón mío, ten calma y esperanza. Las nubes pueden acumularse, pero el Señor las puede disipar. Como Dios no me fallará, mi fe no flaqueará; como Él no me abandonará, yo no le abandonaré. ¡Que Dios nos conceda una fe reposada!» C.H. Spurgeon.

Que difícil resulta para nosotros el entender que necesitamos una fe que nos responda de la manera adecuada exactamente en el momento más complicado. Su gracia no nos es dada previamente al momento de la tribulación, más bien, cuando nos acercamos al vacío, es que Él nos muestra el paso ya preparado.

El día que Pedro fue guiado por el ángel en su milagrosa salida de la cárcel, llegaron hasta un último y aparentemente inesperado obstáculo. Una puerta de hierro. El último elemento hacia la liberación. ¿Por qué pues no fue abierta de manera previa a esta situación? Hechos 12:10 nos dice que: «Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma». No fue sino hasta llegado el preciso momento, que esa puerta se abrió.

Igualmente, no veremos el poder liberador de Dios en nuestras circunstancias y aflicciones hasta que lleguemos al momento en que este sea imprescindible.

Indudablemente, esto nos enseña un nivel de dependencia y confianza puro y sincero, de manera que, si hacemos lo que está en nuestro poder, esto es, orar, confiar y esperar, Él hará lo que es imposible para nosotros, pero justo en el momento necesario.

No será hasta que la sociedad nos dé la espalda, nuestros amigos nos abandonen o la ley se vuelva en nuestra contra, que la mano de acción sobrenatural de Dios se desnude y decida intervenir. La pregunta que nos ubica en esta situación es: ¿Estaremos aguardando y escondidos en Cristo cuándo esta agresión esté sobre nosotros? ¿O, por el contrario, cuando veamos acercarse la tormenta abandonaremos la senda marcada y huiremos perdiéndolo todo por el camino?

Los creyentes que sufren persecución por Jesús nos enseñan una y otra vez que, aunque esas nubes negras que mencionaba el predicador se ciernan sobre ellos, Dios las disipará. Aunque la violencia y la discriminación les atosigue, Dios otorgará la respuesta necesaria, en el momento necesario.

Cuando los extremistas hindúes se enteraron de que un pastor había venido a la casa de Vinita, una creyente de trasfondo hindú, el peor de los escenarios posibles se hizo realidad.

«Ocho o nueve hombres del barrio irrumpieron en la casa. Llevaban varas en las manos y durante casi treinta minutos nos golpearon. Corrían detrás de mí, me pegaban y nos daban patadas. Mientras nos atacaban, yo sostenía a mi hija de seis meses en mis brazos, pero me la quitaron y la tiraron al suelo. Sentí que no nos salvaríamos, pero entré corriendo a la casa de mi vecino. Los atacantes le gritaban: ¡Sácala! Pero el Señor me protegió y me salvó la vida», relata Vinita.

De manera sorprendente, los demás también sobrevivieron al ataque, pero este no había terminado aquí, los extremistas ya habían intentado matarlos y ahora estaban impidiendo que los cristianos recibieran el tratamiento que necesitaban para salvar sus vidas.

«Pudimos ir todos juntos al hospital, pero no nos atendieron a causa de la presión de los atacantes… Finalmente, los colaboradores de Puertas Abiertas se acercaron para ayudarnos. Nos llevaron a otro hospital donde nos atendieron y pagaron los gastos».

Es por eso por lo que aún hoy y en cualquier parte del mundo, Dios continúa enviando sus ángeles para que abran las puertas de hierro que aún permanecen cerradas.

Así como la acción de provisión de Dios, a través de sus siervos, facilitaron la atención que Vinita necesitaba en el momento necesario, sucederá con todos sus hijos, sin importar la gravedad de la situación o la profundidad de la mazmorra.  Siempre y cuando esperemos en Él.