
Durante los últimos 15 años, la zona montañosa de la región del Extremo Norte de Camerún (puesto 43 en la Lista Mundial de la Persecución) ha sido el escenario de una gran cantidad de violencia y derramamiento de sangre para los cristianos. Cada noche, llega con el temor de los ataques del grupo extremista islámico Boko Haram. Los combatientes se esconden en las montañas y, al amparo de la oscuridad, lanzan incursiones para robar alimentos y otros bienes.
Y es allí donde los pastores Mamoud y Hamza siguen el llamado de Dios en sus vidas.
Cada fin de semana, los pastores viajan a esta zona, que hace tiempo fue su hogar. La región fue atacada con tanta frecuencia que tomaron la difícil decisión de marcharse por la seguridad de sus familias. El pastor Mamoud recuerda vívidamente los ataques… y la razón por la que finalmente huyó.
«La primera vez que [Boko Haram] vino, gritaron “Allahu Akbar” (“Dios es el más grande”)», dice. «Siempre gritan esa frase cuando atacan. Si te atrapan, primero te dan la oportunidad de convertirte al islam. Si te niegas, te matan».
«Huimos a las montañas con la esperanza de que la situación se calmara. Las mujeres y los niños se escondieron lejos. Nosotros, los hombres, nos quedamos más cerca del pueblo para ver qué pasaba y advertir a nuestras familias si veíamos peligro. Así vivimos durante dos años.
Hasta que vi los cadáveres. Algunos estaban decapitados. Atacaron aún más aldeas de mi zona. Eso fue lo que pasó. Todos los lugares a los que huimos también fueron atacados. Finalmente, decidimos marcharnos muy lejos».
El pastor Hamza, otro líder de la zona, recuerda el día en que casi lo matan:
«Atacaron mi pueblo y salí corriendo», recuerda. «Me persiguieron. Tropecé tres veces y me caí. Me escondí al pie de una enorme roca. Ellos se subieron encima y disparaban en todas direcciones. De repente tuve que estornudar. En ese momento dije:
“Dios mío, si quieres que muera hoy, moriré. Pero si aún no ha llegado mi hora, impide que estornude”. Entonces Dios… cómo decirlo… me hizo salivar. Tragué saliva y la necesidad de estornudar desapareció».
Hoy, ambos pastores viven en un pueblo cercano, en condiciones precarias pero seguras.
A pesar de haber huido, los pastores Mamoud y Hamza no han dado la espalda a sus rebaños que se quedaron atrás. Muchos cristianos no tenían dinero suficiente para desplazarse o no se atrevían a dejar sus tierras.
«Vuelvo a mi pueblo porque allí hay cristianos que no tienen adónde ir», dice el pastor Hamza. «No pueden huir a otro lugar por falta de dinero. No tienen los medios para huir».
Muchos también han perdido la esperanza.
«Dicen: “Si los extremistas nos matan, no pasa nada. Si no nos matan, tampoco pasa nada”. Ya no tienen esperanza», explica Hamza. «Voy allí y los animo con la palabra de Dios. No los voy a defraudar. Soy responsable de ellos. No puedo abandonarlos».
El pastor Mamoud comparte la misma convicción:
«El Espíritu de Dios me impulsa a volver. Siento que tengo la obligación de dirigir los cultos porque soy su pastor. Sería incorrecto vivir aquí, a salvo, y olvidarme de ellos.
Aunque solo quede un cristiano, iré. Son mis ovejas. Eso me da la confianza para regresar».
«Dicen: “Si los extremistas nos matan, no pasa nada”. Ya no tienen esperanza. Voy allí y los animo con la palabra de Dios. No los voy a defraudar. Soy responsable de ellos. No puedo abandonarlos»
PASTOR HAMZA, CAMERÚN
Pero esa determinación conlleva grandes riesgos. Mientras los pastores permanezcan en el pueblo, se enfrentan a los mismos peligros que los creyentes que se quedaron. Moverse por la zona en conflicto es extremadamente peligroso.
«Los extremistas cavan agujeros en la carretera para esconder minas», cuenta Hamza. «Si pasas por encima, explota y mueres».
Cada fin de semana, las familias de los pastores esperan con angustia su regreso.
Faida, la esposa del pastor Mamoud, acepta el deseo de su marido de predicar cada fin de semana, aunque siempre respira aliviada cuando lo ve volver.
«Sí, es cierto», reconoce. «Estamos ansiosos cuando se va al pueblo. Ahora más que antes, porque los terroristas esconden bombas en las carreteras. Además, antes solo atacaban por la noche, pero ahora secuestran y matan también de
día. Por eso, cuando viaja, todos estamos muy nerviosos. Oramos para que Dios lo proteja y lo traiga de vuelta sano y salvo».
Mamoud añade: «Lo que le pido a mi esposa cuando viajo es esto: “Por favor, ora continuamente por mí hasta que regrese. Si no vuelvo, probablemente sea la voluntad de Dios. Tú solo ora por mí”».
A través de nuestros colaboradores locales, Puertas Abiertas apoya a las familias del pastor Mamoud y del pastor Hamza con sus viajes semanales. Con tu apoyo, ayudas a estos hombres que cada semana llevan esperanza a la oscuridad, tomando en serio el llamado de Jesús a hacer discípulos (Mateo 28).
«Seguimos yendo allí porque la palabra de Dios nos anima y nos fortalece», afirma el pastor Hamza. «La palabra de Dios también nos da paz, que compartimos con los cristianos que permanecen allí. Ellos necesitan esas enseñanzas».
Así como Faida ora cada semana por su seguridad, nosotros, como Iglesia mundial, también podemos orar por estos hermanos y sus familias, que arriesgan sus vidas para cuidar del pueblo de Dios y seguir Su llamado.
Si aún no lo has hecho, puedes firmar la petición #LevántateÁfrica de Puertas Abiertas y levantar tu voz por los cristianos del África subsahariana,
como el pastor Mamoud y el pastor Hamza, que están siendo atacados, pero siguen decididos a seguir a Jesús y darlo a conocer.
Entra en puertasabiertas.org/levantate para obtener más información sobre esta campaña plurianual, romper el silencio, detener la violencia e impulsar la
regeneración.
Recibe las últimas noticias en tu móvil. Suscríbete a nuestro canal de Telegram.Señor, te ruego por mis hermanos Mamoud y Hamza, que arriesgan sus vidas por cuidar de Tu pueblo. Protégelos en cada viaje y renueva su fuerza con Tu Espíritu. Sostén a sus familias con Tu paz y consuela a los cristianos que se sienten abandonados. Que Tu luz brille en medio de la oscuridad del norte de Camerún y Tu Iglesia permanezca firme en la fe. En el nombre de Jesús, amén.