Crímenes de guerra en las zonas cristianas de Mynamar

Tras el golpe militar de febrero de 2021, que sumió a varias regiones del país en el conflicto, los ataques del ejército se intensificaron, especialmente en estos dos estados del este de Myanmar, en la frontera con Tailandia.

Entre enero y marzo de 2022, al menos 19 pueblos fueron atacados, según afirma Amnistía Internacional en su informe «Llovieron balas del cielo - Crímenes de guerra y desplazamiento en el este de Myanmar».  Casas, escuelas, instalaciones sanitarias, iglesias y monasterios fueron dañados y destruidos por los continuos bombardeos. Sólo en el estado de Kayah (antes conocido como estado de Karenni), al menos ocho iglesias resultaron dañadas en los ataques, según la organización de derechos humanos.

El informe de Amnistía incluye pruebas de casos de ataques indiscriminados contra civiles, tortura y ejecuciones extrajudiciales, saqueo sistemático e incendio de viviendas, con algunos pueblos atacados repetidamente, dejándolos abandonados.

La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, también afirmó en un informe reciente que el ejército podría haber cometido crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, como asesinatos, detenciones masivas y torturas.

Aunque los cristianos de Myanmar no son atacados únicamente por su fe, en el conflicto que se está librando se les suele considerar colaboradores de los grupos armados que se oponen al ejército. Son sospechosos por sus acciones, como reunirse (para el culto) y acoger a los refugiados en las iglesias, así como por su origen étnico.

Tanto el estado de Kayin (antes conocido como estado de Karen) como el de Kayah han conocido la rebelión armada durante los últimos 60 años, con el deseo de conseguir la independencia. Los combates se intensificaron cuando los extremos armados de la Unión Nacional Karen y el Partido Nacional Progresista Karenni se opusieron al golpe militar y empezaron a apoyar el movimiento antigolpe.

La situación en el estado de Chin, en el oeste de Myanmar, otra región predominantemente cristiana, no es mucho mejor. El mes pasado, una iglesia baptista ardió en llamas en Thantalang, una ciudad que ha quedado desierta tras meses de bombardeos en los que se destruyeron nueve iglesias, informó la UCAN.

El fuerte aumento de la violencia denunciada en 2021 se tradujo en un ascenso en la Lista mundial de la persecución de los 50 países donde es más difícil ser cristiano: del puesto 18 (2021) al 12 (2022).

Traumatizados

Durante una reciente formación para ayudar a los cristianos de Myanmar a prepararse y sobrevivir en tiempos de persecución, los colaboradores de Puertas Abiertas tuvieron que pasar desapercibidos durante un tiempo debido a los combates entre los militares y los grupos armados. «Oímos disparos, así que rápidamente cerramos las puertas y las ventanas de la iglesia, incluso cerramos la verja», dijo uno de los formadores locales que deseaba permanecer en el anonimato por razones de seguridad. «Luego hablamos en voz baja para poder seguir con la formación, orando para que los soldados no nos interrumpieran». Dijo que algunos de los participantes tenían tanto miedo que se fueron a casa, pero otros se quedaron.

«No es fácil tratar con personas que han sufrido tantos traumas en sus vidas», dijo un pastor local a Puertas Abiertas. «Durante el entrenamiento, los cristianos estaban alarmados y tensos, temiendo que una bala perdida pudiera impactar o que se produjera una intrusión sorpresiva. En consecuencia, un aire de tensión rondaba la sala de formación», dijo el pastor, que también quiso permanecer en el anonimato. «Sin embargo, a medida que avanzaba la formación, con mucha oración, los participantes pudieron someter sus cargas y su ansiedad al Señor.