Un sombrío día entre semana, Zahra* recibió la llamada: «Han asesinado a Anis*».
Anis era el hermano en Cristo de Zahra. Juntos realizaban visitas para hablar a otros sobre Jesús por todo Yemen (puesto número 3 en la Lista Mundial de la Persecución 2025).
«Disfrutaba mucho mi ministerio», nos cuenta esta cristiana yemení. «Yo solía hablar con chicas jóvenes y mujeres, mientras él servía a los hombres. Fue un tiempo fructífero, ¡y Dios estaba obrando a través de nosotros! Sin embargo, cuando los extremistas tomaron el control de nuestra ciudad, Anis comenzó a recibir varias amenazas: ‘Infiel… te vamos a matar’»
Estas amenazas no eran algo nuevo para Zahra o sus compañeros de ministerio. Ellos viven y siguen a Dios en Yemen, uno de los países más peligrosos del mundo para los seguidores de Cristo.
Pero esta vez, Anis tenía un mal presentimiento. «Sabíamos que los extremistas conocían nuestra fe, y que sus intentos de detenernos eran inevitables. Una vez, Anis y yo íbamos caminando por la calle junto con su hijo. Ese día, él recibió varios mensajes de texto: ‘Queríamos matarte hoy, pero te vimos caminando con otros. No queremos hacerles daño, pero vamos por ti’».
«Estaba en shock. No podía creerlo. Fue un momento muy difícil para mí. Estaba aterrorizada. ¿Y si yo soy la siguiente?»
Anis le habló a Zahra sobre las amenazas, pero ella las ignoró. «Leí esos mensajes como los demás que hemos recibido antes. Sin embargo, esta vez eran serios; estaban planeando matar a Anis».
Una semana después, los extremistas asesinaron a Anis al mediodía, delante de sus hijos.
«Estaba en shock. No podía creerlo. Fue un momento muy difícil para mí. Los mensajes que me había mostrado una semana antes me atormentaban. Estaba aterrorizada. No los había creído cuando me los dijo, pero ahora, es diferente. ¿Y si yo soy la siguiente?».
Anis le había dicho a Zahra que cuidara de su familia si algún día las amenazas se hacían realidad. «Quiero que cuides de mi esposa Rania* y mis hijos. Rania no podrá hacerlo sola”», le dijo.
Pero Zahra lo tranquilizó, diciéndole que no le pasaría nada. «Lo mataron porque era cristiano», comparte Zahra con lágrimas en los ojos. «Me dijo que cuidara de su familia si los extremistas cumplían sus amenazas. Pero en ese momento, no podía ayudarles. Primero necesitaba ayudarme a mí misma. Necesitaba a Dios más que nunca».
Zahra se tomó su tiempo para llorar y orar. Pero después de algunas semanas, quiso cumplir la promesa que le hizo a Anis. «Necesitaba estar allí para su esposa e hijos. No podía permanecer escondida y ahogándome en el dolor». Así que Zahra fue a visitar a su familia.
La esposa de Anis no era cristiana. «Estaba devastada. ¡Se había convertido en viuda y madre soltera de dos niños de la noche a la mañana! Tenía que apoyarla y hablarle de Dios. ¡Solo Él puede ayudarla ahora!».
Los hijos de Anis también estaban traumatizados. Zahra recuerda cómo fueron los días inmediatamente después de su muerte: «Si mi padre no fuera cristiano, todavía estaría vivo», compartió el mayor. Cada vez que veían a alguien con un arma mientras caminábamos por la calle, señalaban y decían: «Ese hombre mató a Baba, ¡ese es el que mató a papá!. Hice todo lo posible por estar allí y fortalecer a la familia, orando constantemente por el apoyo y el poder de Dios», asegura Zahra.
Pero ella siempre supo que ella podía ser la próxima. Todo por ser cristiana en Yemen.
Es desafiante vivir tu fe en un país como Yemen, especialmente como mujer. Este país oriental es un lugar donde las mujeres son consideradas insignificantes, pero donde también Dios eligió a Zahra para ser su mensajera en medio de la oscuridad, para llevar luz a las personas que la rodeaban, especialmente a otras mujeres.
Mientras crecía, Zahra navegó entre dos mundos: un conflicto entre su fe personal en Jesús y la conformidad externa con su cultura. En Yemen, el islam está profundamente entrelazado con la cultura. En casa, Zahra fue criada con las enseñanzas de la Biblia, ya que su padre se dedicaba a compartir las enseñanzas de Jesús con sus hijos todos los días después de la escuela. Estas lecciones construyeron una base firme que le proporcionó amor y propósito.
Pero en el colegio se veía obligada a cumplir con las expectativas externas que se le imponían, como participar en rituales islámicos y estudiar el Corán. Esta doble vida le generó un conflicto interno. «Me sentía dividida entre la vida que vivía en la escuela y la relación personal que desarrollé con Jesús en casa».
Zahra conocía las contradicciones del Corán, pero no podía expresar nada al respecto en la escuela. Su padre le había enseñado que mantuviera su fe en secreto allí, ya que sabía que sus hijos podían ser lastimados si hablaban abiertamente de Jesús. Sin embargo, cuando alguna vez se le escapaba, los maestros comenzaban a hablar sobre Zahra con otros miembros del personal y a insultarla. Con los años, no podía entender por qué era aceptable que sus amigos expresaran libremente sus creencias, mientras que a ella la despreciaban por hacer lo mismo.
Además, Zahra fue acosada, lo que aumentó la dificultad de sus años escolares. «Los niños en la escuela solían llamarme ‘kafira’, que significa ‘infiel’, sabiendo que provengo de una familia no musulmana. En esos momentos, elegí permanecer en silencio en lugar de responder, para evitar más humillaciones y acoso».
A pesar de todo, Zahra cree que estas experiencias la hicieron más fuerte por la gracia de Dios: «Mi fe y confianza en la soberanía de Dios se volvieron firmes y profundas, ya que Él me mantuvo a salvo durante esos años tan importantes».
Debido al rol de los padres en Yemen, la fe del padre de Zahra representaba el mayor peligro para su familia. Durante algunos períodos de presión intensa, como aquella vez en que el jeque (un líder religioso musulmán) anunció públicamente que la familia de Zahra era cristiana, su padre se ausentaba de casa hasta que el peligro disminuía, priorizando la seguridad de su familia.
Estos momentos de separación solían asustar a Zahra cuando tenía solo 16 años, por miedo a perder a su padre para siempre. «No sabía si podría volver a verle. Estaba aterrorizada porque mi padre era quien mantenía a nuestra familia segura. Su ausencia pesaba mucho sobre mí».
Sin embargo, la mano de Dios parecía obrar incluso en estas ausencias tan complicadas. Como resultado de varios incidentes similares, Zahra creció en su fe en Jesús, confiando en Él y, a cambio, Dios le otorgó una paz inimaginable, ayudándola a comprender que Él está en control y que la protegería a ella y a su familia.
Durante sus años de estudios, los recursos cristianos disponibles eran escasos. Zahra no tenía la opción de asistir a una iglesia para fortalecer su fe, ya que no hay iglesias oficiales en Yemen, solo iglesias en casas que se reúnen en secreto. «Mi padre recibía diferentes libros espirituales, una copia de vez en cuando, en los tiempos en que aún había misioneros en el país». Los libros llegaban con diferentes imágenes en la portada, ocultando la verdadera naturaleza de su contenido.
«Esos libros eran tesoros para nosotros. Mi padre nos enseñaba con frecuencia la Biblia, pero además de las lecciones bíblicas, mi fe se enriqueció con predicaciones y canciones de alabanza que veía en la televisión. El canal cristiano de televisión se convirtió en una ventana a un mundo que compartía y entendía mis creencias; un mundo donde me sentía conectada a una familia global. Mis hermanos y yo esperábamos impacientes cada día para verlo juntos. En ese momento, era mi principal fuente para aprender sobre Jesús y ver cómo otros en el mundo lo adoraban».
Después de graduarse del instituto, Zahra sintió el llamado de Dios: ¡quería hablarles a otros sobre Jesús! Sin embargo, esa no era una tarea fácil en un país y una cultura como Yemen.
«Mi fe y confianza en la soberanía de Dios se volvieron firmes y profundas, ya que Él me mantuvo a salvo durante esos años tan importantes»
«Quería continuar con mi educación, así que me inscribí en una universidad, que estaba lejos de casa». Tenía que hacer viajes diarios en autobús o taxi para asistir a clases y luego regresar, algo poco común entre las chicas en su país. Una vez más, Zahra se destacaba entre las personas a su alrededor.
«Constantemente escuchaba a los vecinos hablar de mí con miradas perplejas. (Se preguntaban): ‘¿Cómo es que se la permite ir sola en taxi? ¿Cómo le permiten coger el autobús para estudiar?’. Me sentía como si estuviera haciendo algo mal. Sin embargo, estoy eternamente agradecida por el apoyo inquebrantable que recibí de mi familia».
«Cuando aceptas el cristianismo, especialmente como mujer, te ven como alguien que se ha vendido a este ‘otro mundo’. Es extremadamente difícil llevarle la contraria a la sociedad»
En los viajes en taxi para ir a sus clases, Zahra se sentaba en el asiento del copiloto, justo al lado del conductor. Tenía miedo de sentarse atrás, donde otros podrían sentarse junto a ella y atacarla. La violencia e inestabilidad causada por la guerra civil en Yemen han incrementado el riesgo de agresión sexual contra las mujeres. Zahra conocía el peligro de usar taxis, pero confiaba en que estaría más segura al frente con el conductor. Durante cada trayecto, cientos de pensamientos negativos cruzaban por su mente. «¿Y si me llevan a otro lugar? ¿Y si me apuñalan? ¿Y si me golpean?» Los vecinos sabían que Zahra era cristiana.
A pesar de las barreras sociales, Zahra siguió adelante con su educación, confiando en que Dios estaba a su lado. «La gente solía mirarme diferente, pero doy gracias a Dios por darme valentía y sabiduría, y porque Él me guio en el camino».
En la universidad, Zahra quería hablarles de Jesús a sus compañeros de clase. Durante los primeros meses, se dedicó a observar y conocerlos. «Había tanto por descubrir al escuchar y conocer a personas de diferentes lugares, pueblos y países...». Antes de acercarse a ellos, tenía que entender primero las diferencias con ella. «Entonces comencé conversaciones relacionadas con la fe con algunas chicas que estaban en mi clase. Siempre que sentía que eran reacias, me detenía. Pero algunas estaban interesadas en lo que compartía y querían saber más».
En un país como Yemen, es extremadamente difícil pensar en algo fuera del islam. Y para las mujeres yemeníes, la dificultad es aún mayor; dejar el islam implica un gran riesgo. «Cuando aceptas el cristianismo, especialmente como mujer, te ven como alguien que se ha vendido a este ‘otro mundo’. Es extremadamente difícil llevarle la contraria a la sociedad».
En la sociedad yemení, las mujeres son consideradas como un objeto y con un intelecto menos desarrollado. Por ejemplo, si una mujer soltera decide explorar una religión fuera del islam, podría ser agredida físicamente solo por tener esos pensamientos o consideraciones.
«Si tomas la decisión de seguir a Jesús, tu familia probablemente te confinará dentro de casa, básicamente un encarcelamiento permanente. Esto se debe principalmente al honor familiar. La familia yemení se enorgullece de su religión, por lo que prefieren ocuparse de una rebelde por sí mismos en lugar de exponerla a las autoridades, ya que esto podría arruinar la reputación de toda la familia o tribu. Mientras que, si un joven decide seguir a Jesús, a veces puede ser más fácil, ya que los hombres pueden dejar la casa después de cierta edad y vivir solos, a diferencia de una chica soltera. No existe tal cosa como una mujer viviendo sola. La cultura no lo acepta».
Aun así, Zahra continúa con su ministerio, compartiendo su fe con las mujeres a su alrededor. Lo que comenzó en sus clases universitarias ha continuado en su vida diaria. «Honestamente, me siento reconfortada y animada cuando veo cómo la Iglesia en Yemen, aunque en secreto, está creciendo. Sí, es difícil, especialmente cuando otros yemeníes ni siquiera reconocen que hay cristianos dentro del país. Sin embargo, soñamos con Dios y sabemos que hay cristianos reales viviendo para el Señor en nuestro país».
En la actualidad, Zahra trabaja como líder de un ministerio de mujeres en Yemen. Está al frente de esta obra pionera y es una de las pocas personas que alcanzan a las mujeres yemeníes. Sus experiencias le han otorgado la empatía y comprensión necesarias para tocar profundamente sus vidas. Zahra discipula a varias mujeres, reuniéndose cara a cara con ellas y creando un espacio seguro donde puedan profundizar en su fe.
Aunque esto la pone en gran peligro, ser testigo del crecimiento espiritual de estas mujeres a lo largo del tiempo no solo ha sido una fuente de gran alegría para Zahra, sino que también ha reforzado la convicción en su llamado.
«Creo que Dios me ha puesto en este lugar para impactar las vidas de estas mujeres, para traerles esperanza y reflejar la verdadera luz de Jesús en medio de la horrenda situación que todas estamos viviendo».
Zahra sabe que está siendo vigilada por la policía secreta. «Vivimos entre lobos, y lo sabemos. Lo sabemos muy bien».
Sin embargo, esto no detiene su ministerio. «Tenemos miedo de los extremistas y del propio Gobierno, ya que, en este punto, todos trabajan juntos contra los cristianos. Esta realidad nos desanima muchas veces, especialmente porque no podemos salir con valentía a contarle a otros sobre Jesús. Los espías también nos preocupan, por lo que somos muy cautelosos con quién nos reunimos, y es por eso por lo que siempre tenemos mucho cuidado en todas nuestras reuniones y conversaciones».
«Al mismo tiempo, sabemos que somos administradores de los mandamientos de Dios. He elegido este camino, y conozco las pruebas que vienen con esta decisión. Jesús tomó mi dolor, mi sufrimiento y mi culpa; él cargó con Su cruz, y ahora es mi turno de cargar con la cruz y continuar el camino».
«Tenemos miedo de los extremistas y del propio Gobierno, ya que, en este punto, todos trabajan juntos contra los cristianos. Al mismo tiempo, Jesús tomó mi dolor, mi sufrimiento y mi culpa; él cargó con Su cruz, y ahora es mi turno de cargar con la cruz y continuar el camino»
El ministerio de Zahra combina tanto el valor como la sabiduría. «Llevamos a cabo dos reuniones por semana: una incluye un estudio bíblico y adoración; la otra es una reunión de discipulado. También me concentro en las visitas. Sé que, a veces, cuando entro a una casa, puede que no salga de nuevo. Además, no puedo llevar la Biblia conmigo. Me pueden registrar en cualquier punto de control en el camino, así que trato de memorizar tanto como puedo antes de la visita».
«Como grupo de mujeres, a menudo elegimos un día para reunirnos todas durante un día completo de oración y ánimo. También intento visitar a mujeres cuyos esposos son cristianos y ellas no lo son. Intento entablar una amistad con ellas. Luego doy seguimiento con los esposos para continuar la conversación. Después de varias conversaciones y reuniones, comienzo a contarles sobre mi fe. Esta es probablemente la parte más arriesgada de mi ministerio, ya que una mujer podría echarme de su casa e incluso informar a las fuerzas de seguridad sobre mí. Es por esto por lo que el hecho de que una mujer conozca a Cristo es realmente un milagro».
«A pesar de los peligros, Dios está obrando. Pero algunos me dicen: ‘Eres una infiel y mereces ser asesinada’. Pueden entregarte a los extremistas o llevarte a la comisaría, y ahí es donde comienza el interrogatorio. Incluso pueden emitir mi sentencia de muerte».
La sed de Zahra por una relación más profunda con Dios refleja un compromiso profundo con su viaje espiritual y su papel como líder dentro de su comunidad. Recientemente decidió inscribirse en un programa de formación en liderazgo de dos años en una de las escuelas de liderazgo de Puertas Abiertas. «Hace solo unos meses que comenzamos, y ya he aprendido mucho. Mi anhelo de estudiar y conocer más sobre Jesús aumenta cada día».
A través de esta escuela de liderazgo, Zahra se centrará en el desarrollo del carácter y su impacto en el liderazgo. Su participación en estudios bíblicos, predicaciones y devocionales ayudará a profundizar sus raíces espirituales, nutriendo tanto su fe personal como su capacidad para guiar a otros. Este viaje de formación en liderazgo permite a Zahra generar un efecto multiplicador que empodera a otras mujeres para crecer en su fe, descubrir su potencial y, poco a poco, convertirse en líderes ellas mismas.
«Espero liderar con el ejemplo. Las habilidades que estoy desarrollando me ayudarán a servir mejor a las mujeres yemeníes. Estoy decidida a quedarme aquí, a pesar de los riesgos para mi comodidad y seguridad, porque creo que todos merecen escuchar sobre el amor de Dios. Desearía poder compartir el evangelio con cada mujer en Yemen, pero no puedo hacerlo sola. Necesito más personas que me ayuden. Por favor, orad por mí, para que Dios me dé fortaleza y me guíe a escuchar su voz, para que pueda servirle. Respeto a quienes rechazan a Jesús, pero mi esperanza es que todas las mujeres tengan la oportunidad honesta de conocerle y recibir su gracia».
«Necesito más personas que me ayuden. Por favor, orad por mí, para que Dios me dé fortaleza y me guíe a escuchar su voz, para que pueda servirle»
Todos los obstáculos que Zahra ha enfrentado la han hecho más fuerte. Ella sabe de primera mano lo que puede suceder si la descubren o la convierten en un objetivo. La llamada que recibió informándole sobre el asesinato de Anis nunca abandonará su memoria; es una prueba del precio del discipulado en Yemen.
Pero Dios está obrando en este país tan peligroso y en el corazón de Zahra tan dispuesto. Ella sabe que Él está con ella, incluso mientras lamenta la muerte de Anis y vive con la peligrosa realidad de su ministerio.
«Dios estuvo con nosotros durante ese duelo. Puedo testificar que salí de la lucha más fuerte que antes, con una sonrisa en mi rostro, sabiendo que Dios nos ayudó en todo momento».
«Mientras me mantuve enfocada en sus palabras, pasando tiempo en oración, permaneciendo cerca de Él y eligiendo escuchar su voz por encima de otras, me ayudó y todavía me ayuda a continuar este difícil camino».
Los colaboradores de Puertas Abiertas apoyan a los cristianos en Yemen a través de campañas de oración, ayuda alimentaria y médica, asistencia para el alquiler de iglesias en casas y casas seguras, discipulado y formación en liderazgo, ministerio en redes sociales, atención postraumática, consejería y más. Tus oraciones y apoyos ayudan a cristianos como Zahra a continuar su trabajo para fortalecer y hacer crecer la Iglesia en Yemen. La historia de Zahra es una inspiración para las mujeres a las que guía, ilustrando el amor, la esperanza y el propósito de Dios para cada una de ellas, a pesar de sus antecedentes, cultura y condiciones difíciles.
*Nombre ficticio utilizado por motivos de seguridad.